Estas normas de carácter social han de combinarse con una serie de principios técnicos para conseguir una mejora de la satisfacción del consumidor. Sin calidad técnica, no es posible producir y destacar en el competitivo mercado presente. Y una mala organización genera un producto de deficiente calidad que no sigue las especificaciones de la dirección. Satisfacer al consumidor permite que este repita los hábitos de consumo, y se fidelice a los productos o servicios de la empresa, consiguiendo más beneficios, cuota de merado, capacidad de permanencia y supervivencia de las empresas en el largo plazo. Toda mejora redunda en un beneficio de la calidad final del producto, y de la satisfacción del consumidor, que es a fin de cuentas lo que pretende quien adopta la norma como guía de desarrollo empresarial.